Robarse de vivir,
arrojarse al espejo de los charcos
en la desesperación de saber
cómo rozar la luna tan alta,
tan imposible,
buscando unirse a su reflejo
aquí abajo para siempre.
Ser humano es ser algo estúpido:
escribir un poema pero
asesinar a alguien;
rezarle a un Dios que no existe;
decirse lleno de vida pero
degollarse a plazos, concretamente
en ciento cincuenta y seis mil
doscientos cuarenta y siete plazos,
en ciento cincuenta y seis mil
doscientos cuarenta y siete cigarrillos;
y cuando esputas alquitrán con sangre
volver a creer entonces
en el Dios que mataste.
Ser humano es ser algo estúpido:
y por eso la pérdida que desemboca
en el golpear de un cuerpo ajeno
es algo matemáticamente inevitable
en ciertas voces y museos.
Será eso condenarse, supongo.
La carretera es un río lento de ataúdes
discurriendo ya por una muerte
que llega tranquila, calma,
sin padre.
Robarse de vivir
por no asumir, cobardes,
que nos han robado la vida
y que hemos sido cómplices del delito.
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