viernes, 16 de septiembre de 2022

Los disidentes

El destino de la contracultura es morir disecada
en museos de capitalistas.
Queremos creer que es la palmera con su pincel agitado
quien en realidad curva el aire.
Da miedo el huracán y recurrimos a lo imaginado.
Adoramos los nuevos nombres y sus valores relativos
para los viejos fracasos y la misma amnesia.
Cuando nada recuerda sus propias sílabas,
cuando todo admite haber dejado de ser todo
—porque las perspectivas sin calado y en nómina
superan el peso de lo que es global y esencialmente—,
llaman libertad a lo que es sólo una enorme herida,
un ceñido yugo de buitres hurgándonos las entrañas.
Nos rodea un ulular descafeinado de piedra,
de pincel, verso, cuerda y pluma,
que critica los efectos del capitalismo porque
en el fondo sólo quiere mejorarlo,
en el fondo de un mar seco teme a la materia.
Nos pensamos libres, rebeldes y salvajes
por hacer en la oscuridad de la noche
lo que el rebelde libre y salvaje aborda
en cualquier momento del día sin pensar
apenas en ello por no tener horario.
Hoy anuncian con ruido insolente la obra
de quien que se pasa la vida rascando alimentos
caducados en neveras ajenas.
Hoy dan premios y ventanas a quien creía gritar
pero sólo se une al coro del desguace.



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